Los gestos, las posturas, la distancia entre las personas que participan en un evento comunicativo, la calidad de la voz o las vocalizaciones son elementos consustanciales a la actividad verbal oral. Todos estos elementos que, como los lingüísticos, se producen con mayor o menor control consciente, de forma más o menos mecánica, tienen un papel comunicativo importantísimo.
La kinésica se refiere al estudio de los movimientos corporales y posiciones resultantes, conscientes o inconscientes, naturales o aprendidos, que poseen un valor comunicativo intencionado o no, durante un acto de comunicación oral. Los gestos pueden sustituir a la palabra, repetir o concretar su significado, matizarla. Los gestos, las maneras y las posturas que se consideran adecuadas pueden variar según el tipo de evento o la ocasión, según el grupo social y varían de una cultura a otra. A través de un gesto o de una postura podemos mostrar interés, indiferencia, desprecio, ansiedad respecto a lo que se dice, etc.
La proxemia se refiere a la manera en que el espacio se concibe individual y socialmente, a cómo los participantes se apropian del lugar en que se desarrolla un intercambio comunicativo y a cómo se lo distribuyen. Tiene que ver con el lugar que cada persona ocupa –libremente o porque se lo asignan- en los posibles cambios de lugar de algunos de los participantes, en el valor que se atribuye a estar situados en esos lugares y a la posibilidad de moverse o no. También tiene que ver con la distancia que mantienen entre sí los interlocutores.
Esta distancia puede variar por muchos motivos. A lo largo de un mismo intercambio, algún participante puede acercarse a otro u otros para susurrar, para mostrar intimidad, para asustar, etc; del mismo modo puede alejarse un poco para abarcar mejor a todos los interlocutores, para gritar, para marcar distancia social, etc. La distancia entre los interlocutores depende mucho del tipo de evento de que se trate: no es la misma la que guarda en una conferencia el conferenciante y la audiencia, que la que se mantiene en una conversación íntima o una reunión de trabajo. Por supuesto, la distancia que se considera apropiada según los eventos o los diferentes momentos dentro de un mismo evento varía intraculturalmente e interculturalmente.
Por otra parte, en la frontera entre el gesto y la palabra aparece una serie de elementos vocales, aunque no lingüísticos, que se producen con los mismos órganos del aparato fonador, ellos son la calidad de la voz y las vocalizaciones.
La calidad, es decir, la intensidad y el timbre de una voz nos puede indicar el sexo, la edad, determinados estados físicos como la afonía, el resfriado, el asma; determinados estados anímicos como el nerviosismo, la relajación. Hay ciertos aspectos de la calidad de una voz que se deben a características fisiológicas, es decir, que dependen de la configuración específica de las diferentes partes que componen el aparato fonador. Así, no hay dos voces iguales, puesto que no hay dos personas iguales; existen voces características de la infancia y de la edad adulta o de la vejez, existen voces masculinas y femeninas. La calidad de la voz se puede modular para conseguir determinados efectos o para manifestar determinadas intenciones. Así, un mensaje puede ser susurrado, gritado, dicho con ironía, con seriedad, en broma.
Por otra parte, en cada grupo social se asocian determinados valores a la calidad de la voz. En nuestro entorno, por ejemplo, se valora más para el uso público una voz grave que una voz aguda, ya que la primera se asocia con la seguridad, la capacidad de tomar decisiones de carácter público, y esto no es extraño puesto que la voz grave es la típicamente masculina adulta y es la voz de los hombres la que históricamente ha ocupado los espacios públicos en nuestras sociedades.
Por vocalizaciones se entienden los sonidos o ruidos que salen por la boca, que no son palabras, pero que desempeñan funciones comunicativas importantes. Pueden servir para asentir, para mostrar desacuerdo o impaciencia, para pedir la palabra o para mantener el turno, para mostrar admiración o desprecio hacia quien habla o hacia lo que dice. Normalmente se producen en combinación con gestos faciales o de otras partes del cuerpo (manos, hombros, piernas…) y tienen un valor interactivo a veces crucial. Desatender lo que nos indican esos “ruidos” o interpretarlos de manera equivocada puede ser fuente de malentendidos o de incomprensiones más globales.
El significado interactivo de las vocalizaciones varía de situación a situación y de un grupo cultural a otro. Se les suele prestar poca atención cuando se analizan las lenguas o cuando, por ejemplo, se enseña una lengua extranjera. Las consecuencias de ese descuido producen una visión parcial y limitada de lo que son los usos comunicativos y pueden inducir a cometer errores de producción y de interpretación.
La kinésica se refiere al estudio de los movimientos corporales y posiciones resultantes, conscientes o inconscientes, naturales o aprendidos, que poseen un valor comunicativo intencionado o no, durante un acto de comunicación oral. Los gestos pueden sustituir a la palabra, repetir o concretar su significado, matizarla. Los gestos, las maneras y las posturas que se consideran adecuadas pueden variar según el tipo de evento o la ocasión, según el grupo social y varían de una cultura a otra. A través de un gesto o de una postura podemos mostrar interés, indiferencia, desprecio, ansiedad respecto a lo que se dice, etc.
La proxemia se refiere a la manera en que el espacio se concibe individual y socialmente, a cómo los participantes se apropian del lugar en que se desarrolla un intercambio comunicativo y a cómo se lo distribuyen. Tiene que ver con el lugar que cada persona ocupa –libremente o porque se lo asignan- en los posibles cambios de lugar de algunos de los participantes, en el valor que se atribuye a estar situados en esos lugares y a la posibilidad de moverse o no. También tiene que ver con la distancia que mantienen entre sí los interlocutores.
Esta distancia puede variar por muchos motivos. A lo largo de un mismo intercambio, algún participante puede acercarse a otro u otros para susurrar, para mostrar intimidad, para asustar, etc; del mismo modo puede alejarse un poco para abarcar mejor a todos los interlocutores, para gritar, para marcar distancia social, etc. La distancia entre los interlocutores depende mucho del tipo de evento de que se trate: no es la misma la que guarda en una conferencia el conferenciante y la audiencia, que la que se mantiene en una conversación íntima o una reunión de trabajo. Por supuesto, la distancia que se considera apropiada según los eventos o los diferentes momentos dentro de un mismo evento varía intraculturalmente e interculturalmente.
Por otra parte, en la frontera entre el gesto y la palabra aparece una serie de elementos vocales, aunque no lingüísticos, que se producen con los mismos órganos del aparato fonador, ellos son la calidad de la voz y las vocalizaciones.
La calidad, es decir, la intensidad y el timbre de una voz nos puede indicar el sexo, la edad, determinados estados físicos como la afonía, el resfriado, el asma; determinados estados anímicos como el nerviosismo, la relajación. Hay ciertos aspectos de la calidad de una voz que se deben a características fisiológicas, es decir, que dependen de la configuración específica de las diferentes partes que componen el aparato fonador. Así, no hay dos voces iguales, puesto que no hay dos personas iguales; existen voces características de la infancia y de la edad adulta o de la vejez, existen voces masculinas y femeninas. La calidad de la voz se puede modular para conseguir determinados efectos o para manifestar determinadas intenciones. Así, un mensaje puede ser susurrado, gritado, dicho con ironía, con seriedad, en broma.
Por otra parte, en cada grupo social se asocian determinados valores a la calidad de la voz. En nuestro entorno, por ejemplo, se valora más para el uso público una voz grave que una voz aguda, ya que la primera se asocia con la seguridad, la capacidad de tomar decisiones de carácter público, y esto no es extraño puesto que la voz grave es la típicamente masculina adulta y es la voz de los hombres la que históricamente ha ocupado los espacios públicos en nuestras sociedades.
Por vocalizaciones se entienden los sonidos o ruidos que salen por la boca, que no son palabras, pero que desempeñan funciones comunicativas importantes. Pueden servir para asentir, para mostrar desacuerdo o impaciencia, para pedir la palabra o para mantener el turno, para mostrar admiración o desprecio hacia quien habla o hacia lo que dice. Normalmente se producen en combinación con gestos faciales o de otras partes del cuerpo (manos, hombros, piernas…) y tienen un valor interactivo a veces crucial. Desatender lo que nos indican esos “ruidos” o interpretarlos de manera equivocada puede ser fuente de malentendidos o de incomprensiones más globales.
El significado interactivo de las vocalizaciones varía de situación a situación y de un grupo cultural a otro. Se les suele prestar poca atención cuando se analizan las lenguas o cuando, por ejemplo, se enseña una lengua extranjera. Las consecuencias de ese descuido producen una visión parcial y limitada de lo que son los usos comunicativos y pueden inducir a cometer errores de producción y de interpretación.
Tomado de:
Calsamiglia, Helena y Tusón, Amparo (2002) Las cosas del decir: Manual de análisis del discurso. Barcelona: Editorial Ariel.
Calsamiglia, Helena y Tusón, Amparo (2002) Las cosas del decir: Manual de análisis del discurso. Barcelona: Editorial Ariel.